En los Estados Unidos también se está discutiendo sobre el fin del escritor y la muerte del libro. Los muy dinámicos administradores de Google -los que, por cierto, están permitiendo la publicación de esta bitácora - han creado un nuevo buscador books.google que incluye una gran base de datos con millones de libros digitalizados. La idea es que, finalmente, el internauta tenga a su disposición todos los libros del mundo, siendo localizables no sólo los libros sino en ellos cualquier expresión o palabra, fragmento , alusión a un autor etc.
Un tal Kevin Kelly ha alabado esta nueva etapa de la historia hablando del libro líquido. Se ha mostrado entusiasmado: "en la biblioteca universal, ningún libro será una isla."
El novelista y ensayista John Updike ha desatado una pequeña polémica reivindicando el libro impreso:
El libro impreso, encuadernado y pagado era -y de momento sigue siendo- más riguroso y exigente con su creador y el consumidor. Es un lugar de encuentro, en silencio, entre dos mentes, en el que una sigue los pasos de la otra, pero es invitada a imaginar, a discutir, a coincidir en un nivel de reflexión que va más allá del encuentro personal, con sus convenciones meramente sociales, su compasivo relleno de tonterías y perdón mutuo. Los lectores y escritores de libros se están acercando a la condición de renegados, hoscos ermitaños que se niegan a salir a jugar bajo el sol electrónico de la aldea posGutenberg. "Cuando se digitalicen los libros", promete amenazadoramente Kelly, "la lectura se convertirá en una actividad comunitaria... La biblioteca universal se convertirá en un único texto extremadamente largo: el único libro del mundo".
John Updike: el final de la autoría
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